En las décadas del 80 y 90, correr en la F. 3 era sinónimo
de poder llegar a la F.1; quien lograba un campeonato era mirado como futuro
piloto de F.1. El tiempo pasó y ahora existe otra escalera sólo para intentar
llegar a la máxima.
Una escalera recientemente creada y digitada por la
Federación Internacional del Automóvil (FIA).
Poco a poco, la FIA fue limitando el éxito de las F. 3
nacionales, exigiéndoles correr solo en su propio territorio o hasta
prohibirles el uso de la denominación F. 3 -la única que cambió el nombre fue la española que se rebautizó Eurofórmula Open-. El lobby con los equipos mas
poderosos de cada pais fue el éxito para que el torneo europeo resurgiera.
La primera en sucumbir fue la italiana en 2012, le
siguió la Sudamericana en 2013,
a mediados de 2014 se anunció la defunción de la británica
–la mas exitosa de la historia- y ahora le llegó el turno a la alemana.
El trabajo encomendado por parte de la FIA a Gerhard
Berger dio los resultados perseguidos: había que fortalecer a la F. 3 Europea
en detrimento de los campeonatos nacionales.
Quedó claro que tarde o temprano los ahora extintos
campeonatos de F. 3 llegarían a su fin. Y así fue.
Lo que la FIA no contempla y nunca contemplará es que
cuando el automovilismo se vuelve monopólico los costos aumentan, mas allá de
que pregonen lo contrario.
Los equipos son seleccionados por la FIA, pagan a ésta
para competir y los pilotos que llegan a disputar el torneo no son los mejores,
sino los privilegiados que ascienden siempre y cuando sus presupuestos se lo
permitan.
Esto está ocurriendo desde hace años en las GP2 y
GP3, donde se puede observar a simple vista las dotes conductivas de los
pilotos participantes, salvo contadas excepciones.
Y después la Fórmula Uno se sorprende de tener
pilotos que pagan para correr. La respuesta es sencilla, el sistema para llegar
a la máxima lo origina la misma FIA en sus categorías teloneras. Así, la clase
media –en términos del deporte motor- tiende a desaparecer.
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